El general carlista Cavero escribió una carta a su primo el Conde de Xiquena, y en ella decía: <> Un hacha de abordaje contra el Iowa. ¿Infeliz, infelicísima España!.
Esta frase y otras que pudieran citarse exaltaron la fantasía del pueblo español. Los irresponsables una vez más arrastraron a los inconscientes. De las aulas de los Institutos salieron los niños gritando ¡guerra, guerra! Los estudiantes de Valladolid telegrafiaron al Gobierno ofreciéndose a ir desde el teatro a Nueva York. La borrachera de la Historia perturbó las cabezas. Hablóse de armisticio con los rebeldes sugerido por el Papa para conjurar el conflicto inminente, y se bajaron al suelo las manos temblorosas de ira, ávidas de desempedrar las calles.