La lucha era cuerpo a cuerpo, a puñaladas pero también con la star. Cada semana, explosiones y tiroteos. En los barrios bajos, auténticos abismos en las ciudades de todo el país, se consumía morfina y se apuraba la noche en cabarets y tabernas para la gente de «mal vivir», como el travesti y misterioso anarquista Flor de Otoño, que compartía su copa de vino ...
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