Por ser tartamudo, Nicolás cava una interioridad. Zurdo contrariado, carece de motricidad fina, sus manos solo saben romper. Engordado con jeringa de aceite de hígado de bacalao, se rinde ante las harinas. Una infancia sin lengua, sin zurda y con panza es una de las formas de la felicidad. A comienzos de los años sesenta, Buenos Aires es un territorio hostil en el que ...
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