Nacida en una familia de fortuna y linaje, a los tres años de edad Hildegarda de Bingen comenzó a tener visiones acompañadas de dolores tan intensos que parecían llevarla a la muerte. A los catorce años fue encerrada, contra su voluntad, en una celda de barro adosada a las paredes de un monasterio de varones. Allí dedicaría su vida solo a la contemplación del ...
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