«Creo que lo que más nos gusta de que los niños le peguen a la piñata es ver cómo se transforman en pequeños monstruos, cómo disfrutan rompiendo algo en pedazos. Se mueren de risa, pero también rebosan de violencia. La piñata es algo catártico para ellos». Carmen Sánchez está de regreso en su país de origen, México, supervisando la renovación de un antiguo monasterio ...
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