En los años del franquismo, en una parroquia asturiana, el maestro, castellanohablante, enseña las vocales a sus alumnos. En la pizarra, dibuja al lado de un abanico una a: «es la a de». Todos gritan al unísono: «¡a d'abanicu!». Del abanico al abanicu, el pecado parece menor. Al llegar la siguiente vocal, la e emerge junto a un erizo en la pizarra. Y cuando ...
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