Una casa es un santuario. En sus estancias, igual que sacerdotes de un culto doméstico, ejecutamos las rutinas de cuidado sensorial que nos permiten ser felices. Cada vez que ponemos una lavadora, celebramos la tradición de la pizza dominical, dejamos la luz encendida antes de salir o desparejamos un calcetín de colores, rendimos homenaje a los dioses del hogar. Nunca estamos solos: los ángeles ...
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