«Al cabo de un rato llegamos al camino de Silván, que se encarama como un lagarto por un secarral de matas y espinos. Antes de emprender la subida, me pregunta el voluntario:-Señor, si no es atrevimiento, ¿cuál es su gracia?-Ramón. ¿Y la suya?-Ceferino, para servirle.Pica al burro, y cuando lo ve decididamente en marcha agrega:-Un servidor es maestro del aceite.»Donde las Hurdes se llaman ...
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