Al servicio del rey Carlos

«En junio de 1776, con un día hermoso que amenazaba calentarse a partir de media mañana, las cosas ya no eran como un siglo antes y aquellas gradas históricamente famosas que habían sido testigos de tantos acontecimientos habían perdido el lustre y la importancia de antaño. Por allí habían alardeado los veteranos de los tercios de Flandes; por allí se había enseñoreado y presumido Francisco de Quevedo, y frente a su fachada, en la puerta del vecino conde de Villamediana por un sicario al servicio de una compleja trama política. Las damas más bellas y misteriosas del Madrid velazqueño; los caballeros más empingorotados, guapos y envidiados del tiempo; los gandules más grandes; los chulos, los pícaros, las barraganas, los perdonavidas, los jugadores, los malos y los buenos daban vueltas a las gradas de San Felipe contándose sus secretos y guardándose sus espaldas». (Manuel Orío: "Al servicio del rey Carlos") «La novela es la forma artística suprema. Quien se adentra en la responsabilidad de acometer su escritura ha de tener un primer y principal requisito: haber vivido. Si a tal exigencia, cumplida, se añade un verbo claro, una pluma suelta y una excitante imaginación, el resultado va a ser, con certeza, saludado con el aprecio general; más, solo si todo ello se adereza con talento, el gozo surgirá de manera inmediata y se aposentará de manera definitiva sobre al ánima y el recuerdo de quien tal novela lea. El gozo lector se incorporará a la estela que la obra deja a su paso y el arte, la belleza permanente y actual, destellará en la nueva gema artística así concebida. Tal es el caso de "Al servicio del rey Carlos", que Manuel Orío, hombre cabal y vivido, da ahora a la imprenta en forma de novela». (Rafael Fraguas).