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El Testamento de Juan Sebastián Elcano (1526) "Palabras para un autorretrato"

El Testamento de Juan Sebastián Elcano (1526) "Palabras para un autorretrato".

Autor/es

  • EAN: 9788447229642
  • ISBN: 978-84-472-2964-2
  • Editorial: Universidad de Sevilla
  • Colección: Historia
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 17 X 24 cm.
  • Páginas: 716

20,00 €

Disponible en 4-10 días

El testamento de Elcano es un prisma poliédrico y lenticular, inscrito de 7.216 palabras y 30.381 letras. Son voces, pensamientos y trozos cristalinos del alma de Elcano, facetas microscópicas que encarnan el músculo de su personalidad. La lectura minuciosa del facsímil hace pujante a la inercia de la tinta mineral del original del Archivo de Indias. Habla a los ojos y autorretrata al hablante. El documento se sitúa dentro de la trama envolvente de la escritura, la pluma y el papel en el curso de la vida aventurera de Juan Sebastián Elcano. Se esboza al testador como servidor del rey, buscador de aromas y especias, hombre intrépido, rendido a la caprichosa fortuna e instigador de suculentas expectativas de negocios en las Molucas. Se reviven las manos de papel, pluma, tinta y los salvados secantes que empleó Andrés de Urdaneta en la confección del texto testamentario en uno de los camarotes de la nao 'Victoria'. El que sería luego un gran cosmógrafo y marino del rey Felipe II, a sus 18 años, se destapa ya como buen calígrafo, conocedor de la aritmética y retórica, y criado y discípulo a la vera de su capitán. Elcano se arropa enfermo en su cama de muerte por siete paisanos suyos y encomienda la custodia de su testamento a un segoviano, el contador Iñigo Ortés de Perea. Se hizo un testamento 'de dentro', largo y prolijo en tres pliegos por todas sus caras, y se encerró, ató y selló en otro 'de fuera' en media cuartilla. Su madre y las madres solteras de sus hijos lo oyeron y releyeron para pleitear con el rey Carlos I, y dos siglos después el testamento se hizo una joya de valor incalculable para los historiadores de los tres últimos siglos. El testamento que se fechó astronómicamente -en la nao 'Victoria', en el mar Pacífico, a un grado de línea equinoccial- dio media vuelta al mundo para llegar a Castilla y también restó un día de su calendario. Elcano es piadoso, teme al Purgatorio, confía en su confesor y en su físico, y se alivia con devociones y obras de misericordia por Guetaria, Guipúzcoa y España. Es familiar y generoso con sus hijos, sus hermanos, sus sobrinos huérfanos y sobre todo su 'señora' madre. Es hombre de pocas deudas pero sólo vivía del mar y los frutos de su comercio. Mercadeó con hierro de Vizcaya y cajas y fardeles de lienzos, papel y abalorios. No disimula estar dentro del círculo de mercaderes de Burgos, cuyo centro eran los banqueros Fugger y Cristóbal de Haro. Elcano vestía bien con jubones de tafetán acuchillado, elegantes sombreros, un buen equipo de camisas y coloridas calzas. Su docena de hilos de manicordio nos llevan a un Elcano envuelto en la música de tambores, trompetas, flautas, y en las alboradas y las zalomas marineras. Leía la esfera terrestre y libros de astronomía en latín, en coloquio con el cosmógrafo real, Andrés de San Martín. Le gustaban sus guisos, asados y fritos y comer bien, con aparejos propios y variados de cocina. Lucía, noble vajilla y una despensa, en su situación un tesoro de trigo, harina, queso y pulpo seco. No le faltó el vino blanco de Jerez y de Ribeiro guardado en barricas y compartido con sus cercanos. Elcano se quedaría hoy pasmado al ver recogido en una estantería de biblioteca del siglo XXI el momento trascendente de testar en pleno y ecuatorial Pacífico. Aquel 26 de julio de 1526 quedó prendido en la trampa de la escritura.

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