Las vidas privadas de Pippa Lee

Tras una complicada infancia, y una adolescencia y una juventud más que turbulentas, Pippa fue rescatada y se construyó una placentera vida junto a su marido, un influyente, sagaz y muy rico editor, mucho mayor que ella. Tienen dos hijos, y Herb ya ha cumplido ochenta años. Y aunque mantiene su vitalidad, e incluso retiene el control de su editorial, ha decidido prever el futuro, vender sus propiedades -la casa en una elegante playa, los pisos en Nueva York- y repartir el dinero entre su mujer y sus hijos, para evitarles incomodidades e impuestos cuando él muera. Después, Pippa y Herb se retiran a una refinada urbanización para la tercera edad, donde ella, con sus cincuenta años, es la más joven del lugar. Parecen adaptarse bien; Herb continúa a tiempo parcial y a distancia con sus actividades de editor, y Pippa con las de esposa, madre -aunque de hijos ya independientes- y ama de casa leída e ilustrada. Sólo que lo que antes era una gran casa, y una intensa vida social, ahora es poco más que una parodia en uno de esos guetos de oro para retirados del mundo, donde toda actividad no es más que un simulacro destinado a distraer a aquellos cuyo verdadero proyecto no es sino la espera de la muerte. Y Pippa comienza a sufrir ataques de sonambulismo. Pero además hace cosas que jamás haría en sus horas de vigilia: come demasiado, fuma y bebe, conduce peligrosamente y sin rumbo. Y a la luz de estos inquietantes episodios Pippa comienza a pensar en quién es, y a recordar lo que fue -hija de una madre que hizo de ella el objeto de sus deseos, ingenua adolescente fatal, amante de la amante de su tía lesbiana-, y ante el lector se despliega el abanico de las vidas privadas de Pippa; las del pasado, las del presente, y quizá también las del futuro.