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Luis, Cardenal Belluga "Praelatorum Speculum"

Luis, Cardenal Belluga "Praelatorum Speculum".

Autor/es

  • EAN: 9791370066796
  • ISBN: 979-13-7006-679-6
  • Editorial: Dykinson, Editorial
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 17 X 24 cm.
  • Páginas: 592

49,00 €

De 4 a 10 días

En medio de la Guerra de Sucesión de España, el año 1705 se inició para Murcia y su amplio reino con augurios de prosperidad y mayor prestigio. El detonante fue la nominación del granadino Luis de Belluga y Moncada (1662-1743) por obispo de la antigua diócesis de la Carthaginen(sis) in Hispania. Durante toda su vida fue un eclesiástico ejemplar profundamente religioso, miembro de la Congregación filipense del Oratorio, desde siempre preocupado por la disciplina moral y la formación del clero, lo que no quita para que, además de obispo y cardenal, desempeñara en Roma el nombramiento de Cardenal Protector de España y de las Indias y afrontara el cargo de proto ministro encargado de los asuntos de España ante la Santa Sede. La prolija investigación documentada realizada, aclara muchos extremos de su biografía, empezando por su apellido y sus orígenes familiares como cristiano nuevo, descendiente de judeoconversos valencianos, en absoluto nobles, pero bien asentados en la portuaria Motril, su ciudad natal; desvela, deshaciendo entuertos, que quedó huérfano a los 17 años, cuando estudiaba con los jesuitas en Granada, llegando a dar clases en su Universidad; que becado con una capellanía teóloga por el Colegio Mayor de Santa María de Jesús de Sevilla, validó en un año todos sus estudios previos y se doctoró en Teología; ordenado sacerdote con 24 años, fue canónigo de Zamora y luego de Córdoba, haciendo hincapié en su famoso sermón contra los 'Libros Verdes', escritos sobre todo contra la casta hebrea; estante en Córdoba, ante el brutal ataque de la flota anglo-holandesa a Cádiz y su bahía, se declaró sin ambages defensor de la legitimidad de Felipe V; ya obispo, nombrado capitán general del Reino, rechazó la ofensiva austracista sobre Murcia, alejando en lo posible con sus milicias la guerra hasta llevarla a territorio enemigo, entrando en la gobernación valenciana de Orihuela, superando un atentado de algunos regidores murcianos contra su persona y poniendo en marcha, como virrey de Valencia y su capitán general, en las zonas por él sometidas, el germen de la Nueva Planta; también informa de su fracasado intento de buscar el martirio en la defensa de Orán; aporta nuevos datos sobre sus Pías Fundaciones y su labor colonizadora en la Vega Baja del Segura, precedente sin duda de la regia empresa llevada a cabo por el intendente Olavide muchos años después; profundiza en la tan debatida guerra de propaganda, aclarando extremos hasta ahora no abordados; deja clara su no presencia en la batalla de Almansa, al tiempo que ante la ofensiva regalista del neocesarismo borbónico y la ruptura de relaciones con Roma no dudó un ápice, a pesar de su leal adhesión a Felipe V, que le llevó al trono de España, en declararse defensor de la Iglesia y del Papado; deshace entuertos respecto al enmarañado asunto de su elevación al cardenalato, ninguneando el Papa a Felipe V, y aclara que no fue el Rey quien le impuso la birreta cardenalicia, sino que él mismo se la autoimpuso bajo las bóvedas de la catedral de Murcia; descubre que en Roma asentó su domicilio en el Palacio Mignanelli, inteligentemente situado ante la Embajada de España, para así poderla controlar sin ser él espiado; y así un largo etcétera, como que su actuación diplomático llevo al trono de Nápoles y de Sicilia al Infante duque de Parma, el futuro Carlos III, que agradecido lo designó primer caballero gran cruz de la Orden regia de San Genaro de Nápoles. Además, en un extenso y múltiple Apéndice, se desgranan no pocas verdades ocultadas sobre él y su entorno.

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