Durante miles de años, los seres humanos hemos contemplado sobrecogidos el firmamento. Esa bóveda infinita despertaba temor, respeto e invitaba a las ensoñaciones. El cielo siempre se mantuvo en silencio, entregándonos extraños mensajes, invariablemente codificados, pero nuestro lenguaje e imaginario siempre sintieron la necesidad de comunicarnos con él. Las palabras del cielo están ahí, discretamente entretejidas en nuestro lenguaje cotidiano, como «desear» (del latín ...
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