Hay ciudades, como Lisboa, cuya magia pervive en la memoria del viajero, donde el tiempo parece haberse detenido en sus bellos y acogedores rincones, en sus edificios y plazas, en el suave trasiego de sus tranvías, en la luz que reflejan las aguas del Tajo. Hay ciudades con alma que, con su hechizo, nos invitan a perdernos y a reencontrarnos con ellas una y ...
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