¿Quién dice que no existen los flechazos? En aquel tórrido verano de principios del milenio, yo viví, al menos, dos. El primero, absolutamente improbable, hizo trizas uno de los mitos de mi infancia: el de mi tía Sole, que de joven había sido Miss Murcia con Gafas y a la que yo tenía en un altar. El segundo me afectó en primera persona cuando ...
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