¿Es decente imitar peinados originales de pueblos esclavizados para marcar estilo juvenil sofisticado en metrópolis capitalistas? ¿Que los niños se diviertan jugando a los indios no implica una burla de culturas históricamente expropiadas? ¿Está legitimado moralmente un varón europeo para traducir a una poeta afroamericana? Hasta hace poco, ni siquiera habríamos entendido el sentido de esta clase de preguntas. Pero hoy, cuando la imparable ...
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