Cuando cumplí los treinta, la vida me estalló en la cara. Desde ese momento dejé de tenerme por el rey del mundo y me convertí en un adulto como cualquier otro, que hace lo que puede con lo que es. Hasta los treinta y tantos no dejaba de preguntarme a qué podían parecerse el sufrimiento y las preocupaciones. Esperé hasta esa edad para dedicarme, ...
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