El poder es escena: eso cifra la revolución política que, en el siglo XVII, hace nacer el Estado moderno: capacidad de construir la imaginación del súbdito. Y de modelar así sus emociones, sus afectos y representaciones, su subjetividad en suma. El arte pasa entonces a ser cuestión de Estado. Y la gran partida se va a jugar en las salas de teatro, que son ...
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