Los tiempos largos del evolucionismo, que ponen como sujeto a una especie individual que con sus adaptaciones funcionales se aleja cada vez más de las otras, y los "genes egoístas" del neodarwinismo contemporáneo, que aseguran su supervivencia en el "huésped" mediante una lógica economicista y militar, tienen algo en común. Borran de la escena los cuerpos de los organismos presentes, sus tejidos excitables, sensaciones ...
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