En 1972, cuando Bélgica abrió su embajada en Pekín, Simon Leys fue enviado como agregado cultural para recorrer durante seis meses el país y elaborar informes detallados de sus tesoros artísticos. Incapaz de limitarse a la tarea de observar la «China muerta», Leys registró elocuentes escenas de la vida cotidiana, datos económicos, obras en las librerías, contenidos de los programas escolares, banquetes diplomáticos, propuestas ...
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