No elegimos a nuestros padres, ni lo que nos gusta, ni aquello para lo que somos buenos. No elegimos de quién nos enamoramosni a nuestros enemigos. Ni elegimos nuestros talentos, ni nuestras debilidades. Por no elegir, no elegimos ni nuestros pecados. Ni el país en el que nacemos, ni el nombre por el que nos llamarán todos esos a los que queremos y a ...
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