«No quería perder ni una migaja ni que el recuerdo distorsionara la experiencia de Moscú. Tenía entonces veintiocho años recién cumplidos, una edad en la que, como escribió Vila-Matas, 'yo estaba tan disponible ante la vida que cualquier disparate se podía infiltrar en ella y cambiármela'». En diciembre de 1992, poco después del derrumbe de la Unión Soviética (del que se han cumplido treinta ...
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