El cine de Álex de la Iglesia es furiosamente personal, partidario de una estética desmesurada y barroca, pero al mismo tiempo absolutamente coherente. Un cine a menudo formalmente deudor de la estética del cómic, que no oculta su enorme bagaje cultural. Un cine en el que horror y humor son dos caras de una misma moneda; en el que la crudeza evidente apenas esconde ...
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