Existe la creencia generalizada de que una empresa, casi por definición, debe saber adónde se dirige, cuál es su propósito y su misión. Como es lógico, lo mismo esperamos de las personas que ocupan puestos de responsabilidad: que sean determinadas, infalibles, que tomen decisiones sin vacilar. Pero la realidad de cada día nos dice que la dirección de un negocio es, realmente, un jardín ...
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